Platense y Lanús jugaron el 18 de noviembre de 1977 un partido para la historia. El calificativo vale como pocas veces y no solamente porque ese enfrentamiento haya servido para definir un descenso, sino también por otras razones.
Luego de que el cotejo finalizó igualado sin tantos, el desenlace - descenso de Lanús - llegó tras la ejecución de 22 penales, a saber, una serie de cinco por equipo en la cual cada arquero, Miguelucci, de Platense, y Rubén Sánchez, de Lanús, atajaron uno cada uno, una segunda serie de dos remates por lado en la cual Miguelucci contuvo uno y Niro, de Platense, desvió el suyo, una tercera de dos penales por bando, todos convertidos; y la cuarta, y que sería la última, también de dos por equipo, con un gol de Juárez y un tiro de Peremateu en un palo (ambos de Platense) y dos contenciones de Miguelucci, lo que determinó el éxito de los Calamares.
Pese a que con sus cuatro penales atajados fue el pilar principal de la victoria de Platense, el arquero Miguelucci se quedó sin trabajo pocos días después, pues el club no le renovó el contrato.
El árbitro del match, Roberto Barreiro, no advirtió que Platense violaba el reglamento cuando permitió que el undécimo penal de ese conjunto lo ejecutara Juárez, quien ya había rematado el primero y no podía volver a hacerlo hasta que no tirara el resto de sus compañeros, incluido el arquero. Juárez era un experimentado goleador y Miguelucci, evidentemente, no se tenía demasiada fe para el momento y, por ello, pasó de largo. Lanús cumplió con las reglas. Su undécimo penal lo remató el arquero Sánchez, y Miguelucci lo atajó.
Lanús accionó judicialmente contra la AFA y, mientras se discutía en los estrados, bajó de Primera B a la C, categoría en la que estaba cuando la Justicia falló definitivamente en su favor. Se le ofrecieron, entonces, dos posibilidades: volver directamente a la categoría máxima o una importante suma de dinero. Temiendo descender rápidamente porque no estaba en condiciones de militar en Primera División, Lanús se quedó con la plata, con la cual iluminó su estadio con el sistema más moderno de la época y encaró otras obras. Fue el primer paso para que Lanús se convirtiera en lo que es hoy, una verdadera potencia social y deportiva.