Julio Grondona era un polifuncional empleado de la FIFA. En Zurich, el hombre de Sarandí manejaba los números del negocio y fungía como vicepresidente senior, un cargo creado especialmente para él; un premio a su trayectoria. Coleccionaba cargos con título rimbombante, pero lo que más le gustaba era todo aquello que se hacía detrás de las bambalinas. Le fascinaba ser armador político.
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